La Corte Suprema cambia de poder: una reestructuración de la gobernanza estadounidense

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La Corte Suprema de Estados Unidos está remodelando activamente el equilibrio de poder entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, inclinándolo decisivamente a favor de la autoridad presidencial y la supervisión judicial. La próxima decisión en el caso Trump v. Slaughter, prevista para el 8 de diciembre, ejemplifica esta tendencia: la Corte está preparada para consolidar aún más el control ejecutivo sobre las agencias federales, disminuyendo el papel de supervisión del Congreso. Este no es un hecho aislado, sino parte de un proyecto a largo plazo de los jueces conservadores para redefinir las bases de la gobernanza estadounidense.

La erosión de la autoridad del Congreso

Durante décadas, una facción de juristas de derecha ha abogado por un poder ejecutivo más fuerte. Ahora, con una supermayoría conservadora, la Corte está convirtiendo la teoría en realidad. El próximo fallo en Trump v. Slaughter probablemente eliminará la capacidad del Congreso para crear agencias federales verdaderamente independientes, despojándolas del poder de operar sin interferencia presidencial directa. Esto se alinea con decisiones anteriores, como Trump v. Estados Unidos (2024), que confirmó una amplia inmunidad presidencial, incluida la capacidad de cometer delitos mientras esté en el cargo.

Este cambio debilita fundamentalmente al Congreso. La Corte no se limita a aclarar la ley existente; está reescribiendo activamente las reglas de gobierno, concentrando el poder en manos del ejecutivo y, cada vez más, en el propio poder judicial.

El auge del poder de veto judicial

Además de disminuir la autoridad del Congreso, la Corte está ampliando su propia influencia a través de la “doctrina de las cuestiones importantes”. Esto permite a la Corte anular políticas federales si considera que exceden el alcance de la autorización del Congreso, otorgando efectivamente a los magistrados un veto sobre acciones importantes del poder ejecutivo. La Corte nunca se ha puesto de acuerdo sobre el origen de esta doctrina; algunos afirman que se deriva de un precedente histórico, mientras que otros citan principios constitucionales vagos.

La realidad es que esta doctrina es novedosa. Durante la mayor parte de la historia estadounidense, la Corte evitó esa interferencia directa en la formulación de políticas ejecutivas. Ahora, afirma el derecho a invalidar leyes basándose en interpretaciones subjetivas de lo que constituye una cuestión “importante”.

El Ejecutivo Unitario y el Control Presidencial

Detrás de estos cambios está la teoría del “ejecutivo unitario”, que sostiene que el presidente tiene control absoluto sobre todas las funciones ejecutivas. Esta teoría, alguna vez marginal, ahora es defendida por la mayoría conservadora de la Corte. El argumento gira en torno a una línea vaga de la Constitución que establece que “el poder ejecutivo recaerá en el Presidente”.

La Corte ha tergiversado esto al creer que el presidente debe tener control total sobre cada agencia y funcionario federal, independientemente de los intentos del Congreso de crear una supervisión independiente. Esto permite al presidente despedir a los jefes de agencia a voluntad, incluso si actúan de acuerdo con la ley.

Contexto histórico y la intención de los fundadores

La agresiva reinterpretación que hace la actual Corte de la separación de poderes va en contra de la práctica histórica. Los primeros legisladores estadounidenses crearon comisiones con miembros que el presidente no podía destituir, incluidos nombramientos para el poder judicial y el vicepresidente. El primer Congreso delegó amplia autoridad a las agencias ejecutivas, incluido el poder de otorgar patentes y gobernar territorios.

Los redactores de la Constitución no previeron una división de poder tan rígida. El proyecto actual de la Corte no trata de restaurar la intención original; se trata de imponer una nueva visión de la gobernanza impulsada ideológicamente.

Las implicaciones a largo plazo

Las acciones de la Corte no tienen como único objetivo empoderar a Trump; se trata de alterar permanentemente la estructura del gobierno estadounidense. La Corte está ampliando su propia autoridad y al mismo tiempo debilita el poder legislativo, haciendo que los futuros presidentes sean más poderosos y menos responsables.

Se trata de una tendencia peligrosa, ya que el nuevo poder de la Corte no desaparecerá cuando asuma el cargo un presidente más moderado. Se ha sentado un precedente y el equilibrio de poder ha cambiado de maneras que podrían tener consecuencias duraderas para la democracia estadounidense.

La reestructuración de la separación de poderes por parte de la Corte es un esfuerzo deliberado y calculado para concentrar el poder en los poderes ejecutivo y judicial, socavando los controles y equilibrios que han definido la gobernanza estadounidense durante siglos.